Horno Can Pistola: 75 años abierto y un futuro prometedor, gracias a la generación de relevo

Can Pistola es un horno emblemático del municipio de Lloseta, responsable de uno de los cremadillos más memorables de Mallorca, y otros dulces tradicionales como ensaimadas y cardenales, además de pan de elaboración propia en horno de piedra

El horno Can Pistola, en Lloseta, acaba de celebrar su 75 aniversario, gracias a que los propietarios originales tuvieron la gran suerte de encontrar relevo generacional en uno de sus empleados más jóvenes y entusiastas del oficio. Así, en 2006 Miquel Ramon Oliver, segunda generación  de propietarios, cedió el relevo a Manuel Muñoz y a su esposa, Antònia Maria Estrany.

Can Pistola es un establecimiento emblemático que cuenta con varios puntos de venta en el pueblo. El primer horno se abrió en 1947 en la calle del Murull, que más tarde trasladaron a la calle de Guillem Santandreu. En la actualidad este lugar sirve de centro de operaciones y desde su obrador se elaboran los famosos cremadillos de Can Pistola, con rellenos tradicionales y también con los más innovadores, junto a todo tipo de dulces tradicionales, entre ellos ensaïmades, cardenales, y diversos tipos de pasteles y tartas, sin olvidar su pan de elaboración propia en horno de piedra. Las otras dos tiendas están ubicadas en la avenida de El Cocó y en la calle de Joan Carles I.

Manuel comenzó a trabajar en el obrador con apenas 19 años, compaginando sus estudios de Geografía en la UIB. Él conocía el oficio de panadero y de pastelero porque desde muy pequeño pasaba muchas horas de sus vacaciones en el obrador de la panadería de su tía en Málaga, lugar de origen de sus padres. Él  recuerda aquella época así: «yo tengo una tía en Málaga y mi familia tenía por costumbre pasar allí las vacaciones de Semana Santa y verano. Veraneábamos en un pueblecito de 220 personas aproximadamente. Entonces, la cuestión era, o hacer panadería o aburrirte. Así que, con 7 años, yo subía a una silla y me ponía a hacer mis cosas».

Miquel Ramón fue a buscar a Manuel a su casa porque buscaba gente para trabajar. «Y me dijo: sigue estudiando que es mejor que ser panadero, pero si te apetece, puedes venir. Como a mí siempre me había gustado, comencé. Empecé con 19 años. Me iba bien estudiar, pero me  gusta mucho mi trabajo». El propietario retrasó su jubilación hasta que nació el tercer hijo de Manuel y Antònia «y justo cuando el niño tuvo tres meses, Joana y Miquel se retiraron. De no ser porque había un relevo generacional, este negocio hubiera cerrado», expresa Manuel.

Mientras hacemos la entrevista, varios clientes entran a buscar cremadillos y avisan de que los llevan a Palma, para que los envuelvan bien. Los actuales propietarios han hecho crecer el negocio y la clave, dicen, es que han tenido ganas de trabajar, de avanzar y, además, lo han hecho con juventud.

En el obrador hay unos cinco empleados. Manuel y Antònia se reparten las tareas de gestión. El primero se encarga de la producción, de los empleados, de los pedidos y otras cuestiones operativas, mientras que Antònia se encarga de la gestión administrativa de la empresa, aprovechando su formación académica, así como de las tiendas y de la atención al público.

La decoración del horno no deja indiferente a nadie. Apuestan por los materiales naturales y de kilómetro 0. Para estos días el horno de la calle de Guillem Santandreu, donde se produce esta entrevista, luce una espectacular decoración navideña, animada aún más por el 75 aniversario.

Antonia y Manuel afrontaron en Navidad una elevada carga de trabajo, propia de estas fechas, y abrieron todos los días. Durante estos días prepararon muchas ensaimadas, cocas de patata y roscones de reyes. También suelen hornear decenas de asados que los vecinos del pueblo llevan para conseguir una perfecta cocción. Como dato curioso, indican que el roscón de reyes ha ido a más en los últimos años: «yo recuerdo hacer algún año 24 roscones de reyes y ahora llegamos a hacer cerca de 400», precisa Manuel.

Además, debido a su legado Malagueño, Manuel ha introducido, con éxito, la pastelería tradicional de esa ciudad, como los roscos fritos, la torta de aceite o la torta de chocolate. Explica nuestro entrevistado que hasta hace unos 15 o 20 años la mitad de la población de Lloseta provenía de la localidad malagueña de Antequera, para quienes las recetas de la tía de Manuel son auténticos manjares capaces de emocionarlos.

Manuel y Antònia ven mucho futuro a su trabajo, aunque son conscientes de que escasean personas para trabajar en panadería nocturna. «Si hay ganas de trabajar, veo mucho futuro», sentencia Manuel.  El pasado 11 de diciembre Can Pistola celebró su 75 aniversario invitando a un refresco a todo el pueblo y a clientes de todas partes de la isla.